Vengo a la mesa, al banquete del amor
Dejo a un lado toda distracción
Padre, has preparado tanto por comer
Un gasto abundante ¡no puedo comprender!

Dios nos ha extendido una invitación para sentarnos en su mesa. Y además de esto, él mismo es quien ha preparado el banquete para nosotros (Salmos 23). Este banquete no ha sido preparado por manos humanas o manos que fallan, sino por las perfectas manos de Jesús.

Te veo mi Jesús, eres todo lo que no soy
Eres mi justicia, vive tu vida a través de mi hoy
Eres mi salud, mi fortaleza y mi fe
Eres lo que me falta, de tu banquete de amor tomaré

Cuando él nos invita a cenar y participar con él de su cuerpo roto y de su sangre derramada, estamos ejercitando nuestra fe (Mateo 26:26-28). Y cuando lo hacemos, cuando nos acercamos a él, recibimos todas las bendiciones que están disponibles para nosotros. Una vez que recibimos a Jesús, nuestra alma va siendo prosperada. Somos dichosos por tener la oportunidad de probar lo delicioso que es el Señor.

El banquete eres tú
Con tu palabra, pan y copa
No hay otro lugar con más rico sabor

Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
Salmo 23

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás... Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Juan 6:35, 51

Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, y les dijo: «Tomen, coman; esto es mi cuerpo.» Después tomó la copa, y luego de dar gracias, la entregó a sus discípulos y les dijo: «Beban de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos, para perdón de los pecados.
Mateo 26:26-28

Dios mío, ¡tú eres mi Dios! Yo te buscaré de madrugada. Mi alma desfallece de sed por ti; mi ser entero te busca con ansias, en terrenos secos e inhóspitos, sin agua, con deseos de ver tu poder y tu gloria, como los he mirado en el santuario. Tu misericordia es mejor que la vida; por eso mis labios te alaban. ¡Yo te bendeciré mientras tenga vida, y en tu nombre levantaré mis manos! Mi alma quedará del todo satisfecha, como si comiera los mejores platillos, y mis labios te aclamarán jubilosos al pensar en ti recostado en mi lecho, al meditar en ti durante mis desvelos. Porque tú has sido mi socorro, alegre viviré bajo la sombra de tus alas. Mi alma está apegada a ti; tu mano derecha me brinda apoyo.
Salmos 63:1-8













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