“...pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo—dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador—sí, el Mesías, el Señor—ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David! Y lo reconocerán por la siguiente señal: encontrarán a un niño envuelto en tiras de tela, acostado en un pesebre». De pronto, se unió a ese ángel una inmensa multitud—los ejércitos celestiales—que alababan a Dios y decían: «Gloria a Dios en el cielo más alto y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace».
El mensaje de los ángeles empezó con: “no tengan miedo”. Aunque ahora estés con pensamientos o situaciones que te traigan temor ¡hay una buena noticia! Jesús nació para traer paz a la tierra, paz a tu mente y corazón.
Vino para traer libertad y hacernos hijos del Padre. Un Padre que te conoce, te cuida, te protege, provee y sobre todo, te ama.
Jesús vino para darnos una vida en abundancia, una vida que vale la pena vivirla en él y para él.
“Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos; y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre». Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios, y como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero”. Gálatas 4:4-7
Dios envió a su Hijo para hacernos hijos a nosotros.
El mismo “Abba” (“Papi”) que un Jesús bebé elevaba al cielo es el mismo “Abba” que resuena en nuestro corazón: no eres extraño, ni esclavo, ni huérfano, eres de él. Celebra esta buena noticia.
Que el canto que los ángeles iniciaron en el cielo en el preciso momento que Jesús nació, continúe aquí en la tierra. Que la celebración que se inició en el cielo, continúe aquí en la tierra, porque Dios cambia tu llanto en baile, su reino en ti está, hoy puedes celebrar, Jesús es navidad.
“...pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo—dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador—sí, el Mesías, el Señor—ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David! Y lo reconocerán por la siguiente señal: encontrarán a un niño envuelto en tiras de tela, acostado en un pesebre». De pronto, se unió a ese ángel una inmensa multitud—los ejércitos celestiales—que alababan a Dios y decían: «Gloria a Dios en el cielo más alto y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace». Lucas 2:10-14
“Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos; y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre». Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios, y como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero”. Gálatas 4:4-7
"Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia." Isaías 49:13
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